En un bando están nuestras más altas aspiraciones, nuestros objetivos evolutivos, aquellos que sabemos que nos harán mejorar, avanzar. En el otro bando están nuestras debilidades, nuestros deseos más bajos, los impulsos irracionales que sabemos que no nos harán ningún bien a largo plazo.
Apoyando al que podemos llamar «ejército de la evolución personal» se alinean muchos elementos: la ética y la moral, que nos ayudan dando una orientación en la dirección adecuada; la cultura que nos brinda el inestimable aporte de la experiencia compartida por generaciones anteriores; la fe, que nos alienta con el convencimiento de que el camino emprendido es posible; la fuerza de voluntad, que actúa como un motor que nos impulsa... y así muchos otros combatientes de similares características.
Apoyando al bando de lo que podemos llamar «ejército de la involución» también actúan fuerzas poderosas: el temor al fracaso, que actúa frenando iniciativas y debilitando la resolución; el mismo cuerpo físico, con sus debilidades y tendencias; las adicciones, que actúan como lastres que dificultan o incluso impiden el desarrollo de nuestras mejores capacidades; la ignorancia, que se muestra como una neblina que impide que veamos con claridad todas las opciones del camino... y, como en el otro bando, muchos otros combatientes perniciosos de similares características.
Avanzamos por la vida acumulando pequeñas y grandes contiendas entre estas fuerzas. La batalla empieza desde el primer momento de nuestra vida y continúa todo el resto de ella. Algunas veces parece vencer el bando de la evolución y en otras ocasiones, la tendencia cambia y pareciera que es el bando contrario el que se impone. Pero la batalla no se detiene nunca. Y cuando parece hacerlo es porque está venciendo el bando que no debiera, porque el de la evolución nunca se detiene, tras una victoria se atreve con un nuevo objetivo evolutivo.
Por mi trabajo puedo ver esta batalla en distintas fases y con distintos momentos en muchas personas. Llegan a mi consulta con la fatiga en sus psiquismos y la esperanza de recibir una ayuda profesional que les saque de una «emboscada» que la vida les ha preparado. Y compruebo que, el mismo hecho de que estén ahí, delante de mí, pidiendo refuerzos, es ya un primer signo alentador: no hay rendición, no hay resignación. Hay deseo de lucha, fe en que es posible salir de esa situación. Esas personas no lo saben, pero cuando entran y me cuentan, ya están empezando a vencer. Es solo cuestión de darles las armas adecuadas.
Mª José Hernando
Tel 627 908 300
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