Periódico "El Raval"

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sábado, 24 de julio de 2010

Una generación irrepetible

Las personas que ahora cumplen los 80 (año arriba, año abajo) forman una generación irrepetible.
Nacieron en torno a 1930.
Eso significa que cuando eran solo unos niños la guerra civil creó para su infancia un escenario de horror. Miles de ellos perdieron a su padre, a su madre o a ambos en la contienda. Miles de ellos fueron separados de sus padres, de sus familias, de sus hogares, para ser enviados al extranjero «por su propia protección». Algunos no volvieron.
Los que volvieron encontraron un país roto en el que el resto de la infancia iba a estar marcada por las penurias, el hambre, las cartillas de racionamiento... Su adolescencia se llenó de trabajo y privaciones en los años en los que se busca y se necesita el contacto con los amigos, las fiestas, la diversión. A ellos no. A esta generación el futuro les esperaba con una adolescencia de tonos oscuros, temores, represión y resentimientos sociales.
Cuando llegaron a la juventud el trabajo llenó su tiempo. Jornadas inacabables de más de diez horas, sueldos de miseria por el que habían de sentirse incluso agradecidos, sin vacaciones, sin electrodomésticos que aliviaran fatigas... y represión, mucha represión, mucho temor teniendo reciente un pasado negro de explosiones que aún retumbaban en sus memorias.
Poco a poco el país se fue cicatrizando mientras ellos formaban familias numerosas. Los hombres, ya padres, agobiados por conseguir dinero que llevar a casa, las mujeress, ya madres, agobiadas por el trabajo sin comodidades de hogares llenos de hijos.
Y llegaron los años 60. Para ellos nada de revolución sexual, ni de imaginación al poder. Ya era demasiado tarde para ellos. Los niños de la guerra en los 60 fueron los padres del pluriempleo y las madres del boom de natalidad a las que se proponía modélicas familias cristianas de diez hijos, para gloria de dios y la patria.
Cuando murió el dictador eran ya gente madura. Padres de adolescentes revolucionarios que gritaban libertad y amnistía por las calles. «Ay, que no pase nada» «Ay que no les peguen un tiro «perdido». «Ay que no caigan en la droga». Ya no temían por ellos que lo habían sufrido todo en abundancia. Temían por sus hijos, por no acabar de creer en los cambios, por no poder olvidar que, a veces, los fascistas, cuando se les provoca, pueden hacer una guerra tan cruel como aquella que les recibió en sus primeros años de vida.
Pero no, no hubo otra guerra. La democracia no fue de nuevo cortada a cuchillo. Al menos sus hijos podrían...
Porque a finales de los 80 sus cansadas vidas solo ansiaban trabajo para sus hijos y retiros para ellos. Aunque fuera con pensiones de miseria tras tantos años de trabajo que ningún joven actual puede llegar a entender.
Desde entonces son viejos. Sus cansados cuerpos se mueven con dificultad, han perdido los dientes y les amenazan enfermedades que ni saben pronunciar, como el alzheimer, que tiene la tremenda crueldad de robarles sus recuerdos.
Ahora las trabas a las leyes de memoria histórica les regatean un poco de reconocimiento para sus padres. Ni eso parece concederles la vida.
De aquellos niños de la guerra, muchos se han ido ya. Pero los que quedan, ya débiles y con mirada cansada, siguen formando una generación admirable.
Cuando les vemos, en el fragor de la vida moderna, quizás no alcanzamos a comprender lo que sus arrugas nos dicen. En mi opinión, forman una generación admirable, una generación irrepetible. La generación con más casta, con más merecimientos y más injustamente tratada de todas las que aún vemos por nuestras calles. Son viejos, sí, son débiles, si, pero señoras y señores, son héroes, héroes de los de verdad, de los que demuestran su valor a lo largo de toda una vida.
No se habla de reconocimeintos y homenajes a esta generación, Están ahí, cansados y enfermos y hay quien incluso los deja arrinconados para irse unos días de vacaciones.
Señoras y señores, cuando tenga a uno delante, cuando tenga delante a un señor o a una señora de mas de 80 años, tenga en cuenta lo que les digo, están en presencia de héroes cuyos merecimientos anónimos se han prolongado toda la vida.
Ojalá las nuevas generaciones tuviéramos un poco de esa casta que ellos y ellas han demostrado. Ojalá yo tuviera un poco, aunque sea un poquitito, de la casta de mis padres.
En lo que a mí respecta, para ellos, todo mi reconocimiento. Y espero que ustedes, cuando estén en presencia de uno de ellos recuerde estas líneas y les profese el mismo respeto y reconocimiento.
Y si quieren ir un poco más lejos, hagan esto: dénles un tiempo, media hora, invíteles a tomar algo, dejen que les cuenten su vida y háganles preguntas. Se lo han merecido.

viernes, 23 de julio de 2010

El Raval en las noticias

Si una persona cualquiera de Barcelona quisiera informarse de lo que pasa en el barrio del Raval a través de los medios de comunicación, no se habría enterado de que acaban de celebrarse las fiestas del barrio. No sabría nada de los cientos de voluntarios/as que han trabajado antes, durante e incluso después para que en estas calles se dieran cita vecinos y visitantes de todo el mundo en celebraciones en las que el factor principal ha sido la convivencia. No tendría ni una sola imagen de niños sonriendo, de mayores compartiendo mesa en la calle con hijos y nietos, de inmigrantes de todas las razas «aprendiendo Catalunya» a base de comunicación directa, no imaginaría el grado de civismo que ha presidido todas las concentraciones... Porque de todo ello no se ha publicado ni una sola página en los diarios, ni un solo reportaje en las grandes televisiones, ni una sola entrevista en la radio.
Si se hubiera informado a través de los medios de comunicación solo podría imaginar un barrio lleno de prostitutas secuestradas (siete casos y más de cien páginas en los medios haciendo énfasis en lo negativo de las historias y no en la eficacia de la acción policial) y de proxenetas desalamados. Imaginaría un barrio corrompido por trapicheos indecentes entre funcionarios sin ética (dos casos en el distrito entre una plantilla de cientos de funcionarios) y especuladores del sector del turismo. De estos temas habría encontrados cientos y cientos de notas de prensa en todos los grandes medios de comunicación, vídeos en las televisiones y largos espacios en las emisoras de radio.
Si quisiera saber como viven los vecinos del Raval le habría costado encontrar algún testimonio de todos esos que saben que en este barrio venimos de un pasado mucho más oscuro de marginación y obras interminables, no habría encontrado la voz de los voluntarios que ponen su esfuerzo, su ilusión y trabajo al servicio de los demás aportando iniciativas que mejoran la convivencia, que hacen posible las fiestas o que colaboran en la educación de las nuevas generaciones interraciales de niños para que sean ellos, los nuevos catalanes, los que continuen la labor de integración que todos deseamos.
Eso sí, habría encontrado una y otra vez la voz y la imagen malencarada de los portavoces del negativismo, el mensaje de quienes se quejan sin aportar iniciativas, de los que ponen trabas a las fiestas porque les molesta el ruido, de los que divulgan con pasión cualquier mensaje negativo que se pueda encontrar en la prensa referido al Raval, de quienes no han estado organizando nada porque prefieren tener razón en lo mal que está el barrio que poner el hombro en las iniciativas positivas. Habrá podido ver a personajes de la telebasura entrevistar a pobres marginados callejeros en estado de embriaguez evitando penetrar en el tejido asociativo, en el ambiente artístico y cultural o dar voz a quienes trabajan al lado de quienes sufren riesgo de exclusión social llegados de TODA la ciudad. Habrá visto a becarios micrófono en mano buscando lo que sus jefes les piden ofreciendo su «minuto de gloria» a personajes que no son capaces de ganarse más glorias que esas y que arrastran su anónimo resentimiento embistiendo contra todo sin importarles ser parte fundamental de la manipulación.
Este verano todavía no se han visto imágenes de putas con turistas, ni ha muerto nadie en una reyerta. Pero no nos engañemos. Ahí, en algunos rincones, están los buitres de la comunicación esperando a que algo de eso suceda para activar toda la maquinaria del morbo periodístico, y los «anónimos» vecinos esperando su micrófono a la gloria efímera de la crítica vecinal. Y si no sucede nada, ojalá, dará igual porque para eso están los archivos de vídeo: para mostrar como reciente algo grabado hace meses o incluso años. Como si la ciudad necesitara su dosis de «Raval» si no es fresco, congelado.
A este barrio lo están maltratando con saña. Quizás porque, al fin y al cabo, quienes dirigen esos medios son burgueses acomodados en otros barrios. Quizás porque los intereses políticos obvian el daño que se esté haciendo a la gente de a pie. Quizás porque siguen viendo al Raval como el «chino» de sus transgresiones juveniles... Da igual por qué lo hacen, el daño es el daño. Y quienes lo recogen y amplifican para «demostrar sus razones» son cómplices por resentimiento, por ignorancia, por falta de visión de proceso o por simple falta de luces. De todo habrá.
Nuestro periódico no juega a eso. No ocultamos los problemas, pero en estas páginas siempre tendrán prioridad los esfuerzos positivos de las gentes positivas del barrio.
Este mes tienen un buen ejemplo de ello.

lunes, 19 de julio de 2010

Estatut: las burguesías repartiendose la tarta

Millones de ciudadanos votan en el referendum del Estatut. Eso no significa que todos ellos consideren que es una Ley bien hecha. El 99% de esos ciudadanos no ha leído el Estatut con la mirada de un experto judicial, simplemente confían en el trabajo de los políticos y expertos que han elaborado el texto y acuden a las urnas para apoyar a los partidos con los que se sienten identificados.
Los Parlamentos, tanto el de Catalunya como del Estado, aprueban el Estatut de Catalunya. Eso no significa que cada uno de los parlamentarios haya leido con ojos de experto ese texto. La inmensa mayoría de los parlamentarios no han tenido ninguna participación en la elaboración del texto. Eso ha sido cosa de un grupo reducido de parlamentarios que ha trabajado en comisiones, asesorados por un reducido grupo de "expertos" en temas constitucionales.
Es decir, el texto que una decena de jueces del TC ha rechazado, es un texto que otro grupo de expertos ha elaborado para ser luego aprobado por razones políticas por un grupo de parlamentarios que votan según sus respectivas disciplinas de partido en sus Parlamentos correspondientes.
Como quiera que los miembros del TC han dejado claro que también actúan desde diferentes "sensiblidades" políticas, lo que queda al final es que tanto la aprobación del Estatut como su rechazo son cuestiones políticas dirimidas entre dos grupos muy minoritarios de personas (expertos y políticos). Esos dos grupos minoritarios están pugnando por parcelas más o menos amplias de poder. Ni más ni menos.
En toda esta pugna, el pueblo es convocado para, primero, refrendar el texto y después para protestar por el rechazo del texto.
Decía un buen amigo hace años: en todas estas pugnas del nacionalismo, los sentimientos son utilizados como justificantes y catalizadores de procesos políticos, pero en realidad, todo se reduce a una cuestión muy básica: el reparto de la tarta entre la burguesía del estado y las burguesías de las autonomías. Al pueblo se lo utiliza mediante la agitación de un sentimiento básico: la pertenencia.

Sentencia del Constitucional

Más de un millón de personas en la calle indignadas por la sentencia del Tribunal Constituional declarando inconstitucionales varios artículos del Estatut de Catalunya dejan clara una cosa: al pueblo no le va a resultar fácil aceptar que una decena de señores, por muy expertos que sean, puedan tener más poder que dos Parlamentos (el catalán y el español) y un referendum en el que puedieron votar todos los ciudadanos de Catalunya.
Pero hay que hacer varias consideraciones:
- El Tribunal Constitucional se crea para evitar que, por ejemplo, una propuesta política que tiene mayoría absoluta en el Parlamento dicte leyes que atenten contra la Constitución. El Estatut de Catalunya no es visto como una amenaza para las libertades del pueblo, pero ¿y si fuera otro tipo de ley? ¿Qué pasaría si llegara al poder, con una mayoría absoluta un partido con un discurso nazi o ultraderechista de inspiración franquista? Recordemos que los nazis llegaron al poder vía elecciones.  Sería el Tribunal Constitucional el encargado de proteger la Constitución de esos abusos.
- Es evidente que el actual TC no tiene el peso moral que se le supone porque es evidente que no está formado por jueces imparciales y sabios sino por jueces con claras tendencias ideológicas. Para tendencias tenemos los partidos, de los jueces esperamos la neutralidad y el rigor de quien solo trabaja en función de la objetividad más escrupulosa en la aplicación de las leyes. Por otra parte, varios de los miembros actuales del TC están en ese puesto de forma ilegal y no han sido sustituídos como correspondía por los intereses partidistas del PP que obstaculiza claramente el relevo porque le conviene la actual tendencia hacia la derecha de una mayoría de esos jueces.
- Dicho todo esto que, por cierto, es lo que todo el mundo sabe, resulta llamativo lo que casi nadie dice:
¿Cómo es posible que si efectivamente son inconstitucionales algunos artículos del Estatut tanto el Parlament de Catalunya como el Parlament español hayan aprobado el texto?
Que la población de Catalunya lo haya aprobado en referendum es fácil de entender: la gente no se lee esos textos tan largos y los pocos que lo hacen no lo leen desde la mirada del experto. Cuando se convoca referendum la gente acude a votar confiando en sus políticos.
Lo inconcebible es que los parlamentos lo aprueben, que ni los políticos ni los ejércitos de asesores legales que viven de estudiar textos legales para que sean ajustados a la Constitución hayan reparado en la inconstitucionalidad del Estatut.
La sentencia del TC irrita porque se impone sobre los millones de votantes del referendum y sobre lo aprobado por los Parlamentos, pero es, sobre todo, la evidencia de que en este país hay mucho inepto ocupando puestos.