Vivimos rodeados de pantallas: la pantalla del televisor, la pantalla del ordenador, la pantalla del móvil... Cada una de esas pantallas nos suministra un abundante y variado flujo de imágenes de todo tipo. Nos llegan y las absorvemos como si fueran el aire que respiramos: con toda naturalidad. Pero raramente nos cuestionamos el efecto que producen en la estructura de nuestro psiquismo.
Piensen en su pasado: vendrán a su mente imágenes mentales que dan forma a nuestros recuerdos. Ahora piensen en su futuro: vendrán a su mente imágenes mentales de posibles escenarios. Piensen en sucesos históricos: se formarán en su psiquismo imágenes mentales que recrearán esos acontecimientos como si de una película se tratara. Dejen que otra persona les cuente algo y observen como en su mente se forman imágenes que dan forma a la información que recibe. Piensen en lo que piensen, su psiquismo elaborará imágenes mentales.
Ahora imaginen (por medio de imágenes mentales, por supuesto) que viven en un lugar y en un tiempo diferente, por ejemplo en una granja en plena Edad Media. Ahí no hay pantallas. Ninguna, ni cine, ni televisión, ni ordenadores ni móviles. Ni siquiera hay libros porque aún no se ha inventado la imprenta y usted no ha viajado a más de unos pocos kilómetros de su granja. Las únicas imágenes que ha recibido su psiquismo son las que le han suministrado sus propios ojos al mirar el mundo que le rodea. Un mundo agrícola, previo a la revolución industrial, un mundo pequeño en extensión, en variedad y en acontecimientos. ¿Podría formar la imagen de una ciudad actual? ¿Cómo lo haría? ¿Podría imaginar el tráfico, la contaminación, el ritmo trepidante al que ahora estamos acostumbrados? Seguro que algo haría su psiquismo para elaborar una imagen combinando las distintas imágenes de las que sus ojos hayan sido testigos, pero dudo mucho que el resultado se pareciera demasiado a la realidad urbana que hoy vivimos.
La razón es que nuestro psiquismo puede formar imágenes combinando las que ha ido recibiendo. Incluso puede generar imágenes nuevas, jamás percibidas, pero para hacerlo necesitaría igualmente combinar imágenes recibidas anteriormente. Por ejemplo, podemos generar una imagen de dios, pero seguramente será haciendo que se parezca algo conocido, o que combine elementos conocidos: un hombre anciano, una zarza que arde, un rayo de luz...
De esta forma, el poder de suministrar imágenes a toda una sociedad es un poder realmente potente. Esas imágenes condicionarán nuestra manera de «dar forma» a lo que pensamos. Las consecuencias son tan amplias e importantes que no caben en un espacio tan reducido como esta columna. Pero es bueno que tenga en cuenta estas cosas y las medite. Quizás no sea tan libre como imagina. Por cierto ¿Cómo imagina la libertad?
Periódico "El Raval"
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sábado, 14 de febrero de 2015
JUEGO DE...IMÁGENES. Mª José Hernando. Psicóloga. Artículo de psicología publicado en "El Raval" de febrero 2015
Publicado por
Javier Alegría
en
13:11
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