El anuncio de ETA del cese definitivo de su actividad armada ha sido durante años una de las noticias más esperadas. No obstante, hace ya algún tiempo que la actividad contraterrorista y los problemas derivados de la crisis económica habían dejado a ETA en un lugar mucho más bajo de las preocupaciones de los españoles. Pese a todo, se trata de una gran noticia que cierra un ciclo lamentable de la historia reciente...aunque abre otro lleno de incertidumbres.
La reacción de algunos medios próximos a la derecha, que ya gobierna en casi todas las autonomías (y que gobernará el país si las encuestas no se confunden) parece indicar que el camino que se abre no será precisamente un camino de rosas. Las heridas aún están recientes y el perdón, la reconciliación y el camino de la paz no es un camino sencillo cuando el resentimiento y la desconfianza presiden las relaciones humanas. Por otra parte, muchos sectores de la sociedad española estaban acostumbrados a «vivir con ETA» e incluso, a juzgar por algunas reacciones, se podría decir que «con ETA vivían mejor».
Dejar ETA en el pasado no es cosa de comunicados ni de reacciones. Es cosa de aprendizaje. El país ha de aprender a vivir sin recurrir a la violencia, ha de aprender a convivir con quienes no ven el mundo igual, con quienes alimentan sentimientos nacionalistas opuestos...
ETA quedará en el pasado cuando las víctimas dejen de vivirse a sí mismas como víctimas y los asesinos dejen de vivirse a sí mismos como presos políticos. Pero tanto los unos como los otros necesitan todavía esos sentimientos para aliviar el dolor de sus situaciones personales.
Para un país que setenta años después de su guerra civil aún no puede articular una historia compartida y que sigue creyendo estúpidamente en que tras un conflicto armado hay vencedores y vencidos... No va a ser nada fácil.
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