Hace unos pocos años la gente tenía una trayectoria vital más o menos estable. A eso de los veinticinco años, terminada la etapa estudiantil, las personas buscaban un empleo estable y procuraban «colocarse fijos» en una empresa. También se casaban, se instalaban en un piso y traían algún hijo al mundo. Si todo iba bien, la vida podía perfectamente vivirse siempre con la misma pareja, en el mismo empleo de la misma empresa, vivir no muy lejos de su lugar de nacimiento (incluso en el mismo barrio) y reproducir una vida familiar más o menos similar a la que vivieron sus padres...
Pero casi sin darnos cuenta, las cosas han cambiado drásticamente. Ahora un joven no puede plantearse como probable trabajar toda su vida en una misma empresa. Eso de estar «fijo» es una ilusión, por grande, potente o tradicional que sea la empresa. Tampoco está claro que vaya a vivir toda su vida con una misma pareja (casi un 50% de los matrimonios celebrados después de 1990 acaban en separación), incluso después de muchos años de convivencia. En cuanto al piso, los alquileres ya no son indefinidos como hace años y el hecho de comprar, si pasa por hipoteca que es lo normal, tampoco garantiza nada para el futuro... como estamos viendo a diario con los casos de deshaucio.
En fin, que hoy en día a las dificultades de la vida tenemos que añadir una no poco importante: la inestabilidad.
Este asunto no es poca cosa. La estabilidad existencial nos permite concentrar energías en otros temas, nos da una sensación de «control» y nos ayuda a desarrollar una existencia cotidiana más plácida.
La inestabilidad puede ser más estimulante, obligarnos a estar siempre dispuestos al cambio, preparado para «volver a empezar» evitar que nos acomodemos en una situación. Pero también es mucho más amenazadora. Nunca sabemos cuánto tiempo durará nuestra situación, por dónde van a venir los conflictos, los cambios.
A priori no podemos decir si es mejor la estabilidad previsible de hace algunos años o la inestabilidad total de estos tiempos. Según la personalidad a unas personas les parecerá más interesante una que la otra. Pero dejando de lado la teoría lo cierto es que perder el trabajo, perder el piso o perder la pareja, son siempre situaciones vitales muy muy complicadas que si no se trabajan bien en el plano psicológico, suelen dejar secuelas importantes. La mera posibilidad de que una de esas pérdidas sucedan ya genera una tensión, un estrés, que puede entorpecer de manera significativa nuestra cotidianidad.
Vivimos tiempos extraordinariamente difíciles desde el punto de vista psicológico. Nuestra espectativa vital ha cambiado en muy pocos años y todos, incluso las personas más estables, acusan la velocidad y la imprevisibilidad de esos cambios.
Nadie dijo que la vida fuera fácil. No lo es.
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viernes, 4 de noviembre de 2011
"Estabilidad emocional" por María Jose Hernando. Psicóloga.
Publicado por
Javier Alegría
en
21:01
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Buen artículo, la felicito. Sólo una pequeña cuestión. Cuantos de esos hogares estables de los que habla se han sustentado gracias al trabajo rutinario y asficiante de un marido cumplidor para cuya empresa era sólo un número y una pieza de engranaje.Cuantos matrimonios infelices por no hablar de situaciones trágicas que soportaban la mayoria de las mujeres sustentaban ese modelo de familia del que habla..No nos engañemos. Los tiempos cambian porque ha si a de ser y aunque se que la crisis desestabiliza nuestra comodidad,y queda mucho por hacer pienso que seria bueno plantear la vida en terminos de libertad y felicidad. Aunque en momentos duros tengamos la debilidad de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor...no señores casi nunca es así realmente...lo bueno si arrimamos todos el hombro y aplicamos buenas dosis de paciencia estoy convencido de que está venir. Disculpen, es mi humilde opinión.
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