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lunes, 20 de enero de 2014

CUESTIÓN DE FAMILIA. Columna de la psicóloga María José Hernando en el periódico "El Raval" de enero 2014

Todos conocemos la expresión «no ofende quien quiere sino quien puede». Se refiere al hecho de que son las personas que más nos importan las que más daño pueden hacernos.

Por mi experiencia de muchos años trabajando con personas que vienen en busca de ayuda profesional, puedo decir que la familia es una fuente habituial de conflicto psicológico. Problemas con la pareja, problemas con los hijos, problemas con los padres, problemas entre hermanos, problemas con familiares políticos...

¿Por qué se produce este fenómeno? ¿Por qué la familia, que  en principio es el ámbito de relación que ha de «envolvernos» en un ámbito protector se convierte tan frecuentemente en fuente de conflictos?.

Hay varios motivos. El primero de ellos es la conexión emotiva que existe entre cada persona y su familia. En la familia se establecen relaciones emocionales fuertes y, por tanto, cualquier conflicto que surge tiene un componente emocional igualmente fuerte.

El segundo es la cercanía y fecuencia de las relaciones familiares. Nos relacionamos con la familia a diario (en la mayoría de los casos) y lo hacemos en muchos frentes cotidianos. Cada una de esas circunstancias cotidianas puede convertirse en una fuente de conflicto y la permanencia en el tiempo de relaciones que en general son «para toda la vida» hace que esos pequeños conflictos puedan agrandarse por la misma perspectiva de futuro que implican.

Pero en mi opinión el factor más importante es que que tiene que ver con las espectativas. Tanto con la pareja, como con los hijos, los padres o los hermanos, tenemos siempre la espectativa de que esas personas serán personas «amigas», personas que nos acompañarán en la vida muchos años dándonos amor, protección, comprensión, etc. Por eso, cuando las cosas se tuercen, cuando aparecen los problemas, no solo se produce un conflicto interpersonal como el que se puede producir con otra persona cualquiera, se produce también un «rompimiento» o una «amenaza de rompimiento» de ese ámbito protector y amable que esperamos que nuestra familia sea. Y eso nos crea un conflicto que afecta directamente a nuestra ubicación en el mundo social, a nuestra forma de vernos y a nuestra forma de sentirnos.

Las fiestas del final del año son fechas propicias tanto para reforzar los vínculos familiares como para que surjan conflictos. Saber «lidiar» con estos temas no es cosa fácil. Si la familia se convierte en fuente de conflictos personales la vida se hace más difícil de lo que ya es y toda nuestra estructura psicológica puede resentirse. 

Mª José Hernando. Psicóloga
Visitas concertadas llamando al 627 908 300

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por todo el trabajo que haces diariamente y por subir estas reflexiones que tan bien hacen para valorar el día a día, gracias Javier

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