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miércoles, 17 de octubre de 2012

El Rey desnudo

Tanto en Euzkadi como en Catalunya la política ha venido siendo encuadrada de acuerdo a dos ejes diferenciadores: el de nacionalistas/no nacionalistas y el de izquierdas/derechas.

Cuando Artur Mas llegó al poder hace dos años, pese a que su formación es nacionalista, no dudó en aliarse con el PP, que es anti-nacionalista, para comenzar a poner en marcha una política de derechas. Empezó por eliminar el impuesto de sucesiones, beneficiando sobre todo a las clases más pudientes, siguió por poner al frente de la sanidad catalana a quien hasta ese momento había presidido la patronal de los hospitales privados y continuó por aplicar los recortes más severos al estado del bienestar... bastante antes de que llegara al gobierno central el PP de Rajoy.

Año y medio después, en la primavera y principio del pasado verano, cerca de un millón de personas se manifestaba contra esa política en las calles de Barcelona, de las otras capitales de provincia y de las principales ciudades de Catalunya. Su gobierno de derechas, con políticas de derechas y apoyado por el PP, a quien Artur Mas «perdonó» las innumerables afrentas al catalanismo (en el tema del Estatut, los papeles de Salamanca, etc.) se vió entonces tan cuestionado como lo está ahora mismo el gobierno central del PP. Todo esto antes del verano.

Pero llegó el 11 de septiembre, la Diada y la histórica manifestación del millón de personas (no vamos a entrar en discusiones por unos miles más o menos) tras la pancarta independentista.Y todo cambió. La masiva presencia de ciudadanos ha impresionado tanto a la clase política catalana que después de ese día nadie quiere aparecer demasiado alejado del espíritu independentista. Nadie excepto el PP, por supuesto. Artur Mas, que no es President de la Generalitat porque le haya tocado en una tómbola sino por su habilidad como político, ha visto ahora allanado su camino. Disuelve el Parlament, convoca elecciones anticipadas y lanza una proclama en favor de la autodeterminación para centrar el debate en los términos que más le convienen.

En unas pocas semanas, lo que era un clamor popular contra los recortes se ha convertido en un clamor por el derecho a decidir. Sus enemigos políticos están descolocados.

El principal, el PSC arrastra la ya famosa «herencia», la crisis interna y una deficiente y equívoca ubicación frente al independentismo. Pero no puede estar en contra del derecho de los pueblos a decidir. ERC con una trayectoria inequívoca en el terreno del independentismo, también debe sumarse a la propuesta, pero sufrirá electorlamente porque CiU le ha «comido» una gran parte de su espacio político. ICV-EUiA no puede oponerse a una propuesta que se formula como el derecho del pueblo a decidir su futuro, pero se verá obligado a competir en «campo ajeno», su eje natural no es el del nacionalismo sino el de las derechas y las izquierdas. Y al PP, el aliado de Artur Mas hasta antes del verano, no le va mal cosechar los votos anti-nacionalistas de Catalunya.

En resumen, una jugada genial que deberá recordarse en los anales de la política como la muestra de una habilidad extraordinaria que puede convertir a Artur Mas en el primer presidente que salga reforzado tras unas elecciones en medio de la crisis.

Catalunya nunca ha votado de manera masiva al PP, más bien al contrario, incluso en las últimas elecciones en las que el PP arrasó en casi todo el resto del estado. Una vez en el poder, las medidas del gobierno de Rajoy son, para la mayoría de la ciudadanía, un auténtico escarnio y cualquier propuesta de alejarse de semejantes personajes son bien recibidas por el pueblo. Ese caldo de cultivo facilitó que el hecho histórico del 11-S se diera este año y no en años anteriores.

El pueblo de Catalunya, como el de Euzkadi, como el de todas partes, reclama su derecho a decidir, un derecho que esta democracia pactada tras la dictadura no permite más que en un goteo mínimo que apenas deja al ciudadano intervenir en su propio futuro. Pero ya puestos a decidir sobre nuestro futuro, los ciudadanos de Catalunya también queremos decidir sobre otras cuestiones: por ejemplo decidir sobre si queremos o no que se sigan aplicando las políticas de austeridad y recorte del estado del bienestar, o decidir sobre si queremos priorizar o no el rescate a los bancos. Pero ese derecho a decidir ni se plantea. En tres décadas los barceloneses solo hemos podido participar en una especie de referendum, el de la Diagonal, y fue tan lamentable como todos recordamos.

Bienvenidas sean las elecciones. Bienvenido el nuevo espíritu de nuestros políticos dispuestos a escuchar la voz del pueblo en la calle. Ahora solo queda que nos dejen decidir también sobre otras cuestiones. Pero claro, como en la fábula del rey desnudo, nadie querrá alzar su voz discrepante para recordar que también fueron cientos de miles de personas las que clamaron contra los recortes. Nosotros lo hacemos. Esperemos que nadie nos castigue por ello.

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